Las
buenas intenciones
Marithé de Alvarado, Andrés Arroyo Cossio, Miguel Ángel Esteves Nieves, Frank
Montero Collado, Don Panchito López, Vicente Rea Valadéz (el jaulero), Jesús
Reyes Ferreira, Alejandro Rodríguez (Kalimán), Julián Sánchez Sauceda, Bruno
Tapia y Miguel Sumano
Curador:
Carlos Ashida
Del
15 de enero al 6 de abril de 2014.
Galería
Jesús Gallardo
Planta
alta y sala blanco y negro
Pedro
Moreno 202,
esquina
Hermanos Aldama
León,
Guanajuato
México.
“No obstante
que los autores que participan en esta muestra pueden ser calificados sin
ambages como seres excepcionalmente creativos, su naturaleza heterodoxa los
aparta de la figura convencional del artista. Si bien este hecho no ha impedido
que algunos de ellos hayan sido entusiastamente reconocidos y plenamente
incorporados al medio de las artes visuales, los más permanecen ajenos a los
mecanismos, instituciones, convenciones y rituales de la llamada alta cultura.
A diferencia del medio
institucional artístico, en el que el arte es un fin en sí mismo y en donde
existe una infraestructura compuesta por organismos específicamente creados
para la formación de artistas, así como para la producción, difusión y consumo
de obras de arte, la experiencia creativa de los 11 personajes aquí convocados
se ha dado de manera autodidacta e indiferenciada del contexto de sus respectivas
existencias personales. Del mismo modo, se podría decir que en la mayoría de
los casos la calidad artística de sus obras ha sido una consecuencia
impremeditada.
En efecto, las piezas que
conforman Las buenas intenciones son
fruto de destrezas innatas que, disponiendo de los limitados recursos que las
circunstancias pusieron a su alcance, encontraron por sí mismas los caminos
para manifestarse. Son también consecuencia de la voluntad de imprimir un sello
personal de belleza en las actividades, elegidas o impuestas, que les ha tocado
desempeñar a sus autores para resolver su subsistencia. Asimismo, son el
resultado de una táctica que se propone establecer sin distingo lazos de
comunicación en términos de afinidad y atracción.
Ha sido el esmero, la
originalidad y la agudeza con que están hechos estos productos de consumo
popular proveniente del campo de lo utilitario, lo decorativo, lo publicitario,
lo recreativo o lo devocional, como también los realizados desde los ámbito
restringidos de la locura, la indigencia o de la inadaptabilidad del
adolescente y del criminal, lo que los ha apartado de destino anónimo que les
correspondía, trasladándolos al territorio de los objetos singularizados con
valor simbólico cultural.
Las buenas intenciones es
un recordatorio de la persistencia de los afanes humanos por dignificar sus
actos embelleciéndolos y sublimándolos; del conmovedor empeño de encarar las
adversidades con la encantadora llaneza del ingenio y la alegría”.
Carlos Ashida
Julián Sánchez Sauceda
San Agustín de las Flores, Silao, Guanajuato, 1975
Julián Sánchez Sauceda creció en el campo, rodeado de naturaleza,
camiones urbanos y de carga, conciertos gruperos, bicicletas, iglesias y
diccionarios. Julián muestra en cada una de sus piezas todos estos elementos,
configurándolos en pedazos de papel dibujados, recortados o sobados
intensamente con lápices de colores de una extraña iridiscencia cromática,
haciendo una síntesis de varios elementos que le obsesionan en cada una de sus
piezas
Julián es velador y artista, su dibujo ha sido desarrollado en sus
interminables viajes de autobús de su casa al trabajo y viceversa, así como en
los tiempos muertos de su rutina laboral, está práctica ha permitido que su
habilidad crezca notablemente, otorgándole una soltura extraordinaria y lúdica,
permitiéndole la oportunidad de experimentar con piezas tridimensionales,
basadas en dibujos compulsivos y cortes
geométricos hermosos, repetitivos y flexibles.
Con sus piezas Julián nos regala estructuras en papel, iglesias fantásticas,
dibujos con temas que van desde un zoológico de diccionario, camiones
inventados y carteles gruperos, con una visión diáfana que solo existe en su
imaginación, en sus papeles recortados y dibujados cientos de veces pero sobre
todo nos permite asomarnos al mundo de un artista que integra a un discurso
actual y sin pretensiones, una práctica tan vieja como la humanidad, que viene
tatuada en la memoria de todos nosotros, el dibujo.
Francisco
López, Don Panchito
León,
Guanajuato, 1933
Don Panchito
aparece de manera imprevista por las calles de León, Guanajuato, para después
desaparecer por largos espacios de tiempo. Se le encuentra sentado en las
banquetas, apoyado sobre algún escalón que le sirve de soporte para realizar sus
dibujos.
En pequeños
pedazos de cartulina repite con esmero una y otra vez la misma figura
estilizada de Cristo. Las variaciones son mínimas, y responden únicamente a los
ajustes que los diferentes formatos de los soportes de cada obra demanda en la
composición. Sus instrumentos de trabajo son bolígrafos con tinta azul o negra.
Sobre la misma
superficie que trabaja, se despliega en exhibición el conjunto de miniaturas
realizadas durante la jornada. Si algún transeúnte, movido por la curiosidad
que despierta la figura encorvada y absorta de Don Panchito, pregunta por las
estampas, su autor responde tajantemente que no están a la venta por tratarse
de “imágenes benditas”. Sin embargo, acto seguido, el piadoso artista aclara
que si se le da una moneda estaría dispuesto a obsequiar una de sus obras. De
esta manera, en medio del tráfico citadino, se abre un cordial paréntesis en el
que se realiza un intercambio en términos de generosidad y devoción.
Jesús, Chucho, Reyes Ferreira
Guadalajara,
Jalisco 1880 – Ciudad de México 1977
A Jesús,
Chucho, Reyes Ferreira siempre se le reconoció su talento para encontrar
belleza en donde a la mayoría de las personas pasaba desapercibida. De su
padre, Ventura Reyes, hombre de amplia cultura y autor de uno de los primeros
libros sobre arte jalisciense, heredó la profesión de anticuario, la cual practicó
durante toda su vida por ajustarse a la perfección a su natural destreza.
En su tienda en
Guadalajara –centro de reunión de jóvenes que, como Juan Soriano, buscaban
entrar en contacto con información artística que en ese momento no estaba
disponible en otra parte– Chucho Reyes ponía a disposición de sus clientes tanto
obras claramente identificadas con las artes plásticas como objetos procedentes
del ámbito de lo popular. Cuando se realizaba una venta, antes de entregar al
cliente su adquisición, Chucho Reyes la envolvía con papeles de china decorados
por él mismo, similares a los incluidos en esta exposición.
Más que una
medida de protección, las frágiles envolturas de Chucho eran un gesto de
simpatía, una manifestación alegre de su voluntad por compartir la belleza aún
cuando fuera en su nivel más humilde: el de lo bonito. Una vez que los bienes
adquiridos en la tienda de Chucho llegaban a su nuevo acomodo, el destino de
estos pliegos multicolores era ser rasgados y arrojados al basurero. Sin
embargo, hubo un momento en que alguien reparo en el delicioso encanto de los
trazos de Chucho. Los animales, las frutas, los motivos ornamentales representados
poseían méritos sobrados como para ser preservados para su disfrute. A partir
de entonces, lo demás es historia. Jesús Reyes Ferreira fue reconocido como el
gran artista que fue. Él, por su parte, nunca perdió la frescura y la
espontaneidad en su obra. Amplió el repertorio de sus temas, se aventuró en
nuevas soluciones formales, pero conservando siempre el espíritu lúdico que lo
distinguió. Tampoco abandono el uso de sus preciados materiales: el papel de
china y las anilinas.

Vicente rea Valadéz
San
Diego de Alejandría, Jalisco, 1904 – León, Guanajuato, 2002
Profesor
y jaulero
Don
Vicente Rea llegó grande a la Ciudad de
León Guanajuato, sucede que un buen día, hace
algunos años, llegaron a San Diego de Alejandría unos camiones. Estaban
invitando a la gente del pueblo y de las comunidades cercanas a un singular día
de campo. Se trataba de ir a visitar unos terrenitos en las afueras
de León, Guanajuato, para que se comieran unas tortas, se tomaran unos
refrescos y, de paso, se animaran a comprar algún lotecito.
Don Vicente aprovechó la oportunidad que este
viaje le proporcionaba y se compró su terreno en la Colonia Presidentes de
México, Calle Pascual Ortiz Rubio, segunda manzana, casa sin número, domicilio
conocido. Pero no era la primera vez que
Don Vicente Rea Valadez vivía en León,
gracias a su interés por el conocimiento, pasó parte de su adolescencia como
alumno del colegio menor del seminario, que en esos tiempos se encontraba
situado en la plaza de armas de la ciudad, a un costado del edificio de la
Presidencia Municipal.
“Ahí me asomaba a ver las clases del colegio
mayor. Yo tenía mucho empeño, y quería aprender más, cuando entré era el más
grande de la clase, pero me fueron subiendo de grado más pronto. Y así, hasta
que se murió mi papá, y ya no me pudieron seguir manteniendo porque yo era el
único hombre, y empecé a hacer lo que yo sabía…”
De
esta experiencia se hizo aficionado a las letras, la filosofía y la etimología.
En su juventud participó en el conflicto
cristero, al que de manera involuntaria se vio obligado a unirse; con una
pistola para defenderse y el cargo de secretario parroquial para identificarse
en el movimiento, al que estuvo unido por espacio de cuatro años. Al término
del conflicto y con los conocimientos que había adquirido en el seminario pudo
dar clases de cultura cristiana, cultura literaria y cultura cívica en el cañón
de Orozco.
Muchos años después, viudo y ya instalado en
su casa de presidentes de México
continúo con el trabajo que practicaba de la mañana al anochecer y que
había heredado de su padre; la fabricación de jaulas de carrizo, aunque a él le
parecía más bonito y resistente el alambre. Don Vicente definió el nombre de su
técnica como FLEXOTECNIA, o el arte de doblar el alambre.
Las Jaulas las fabricaba de acuerdo a modelos
y medidas y las hacía de acuerdo a los
reglas y dimensiones que él inventó: desde 20 centímetros, hasta la altura de
un hombre, además de nichos, portales, juguetes, objetos religiosos. La
simetría, la forma y la imagen, sus piezas están realizadas a partir de
estructuras rítmicas muy similares a las que se producen en la caligrafía.
“El que juega con el alambre, también juega
con las letras”, “Así como hay jaulas rústicas y lenguaje ordinario, hay también
versos como las jaulas de fantasía, y cuando se junta la gente a hacer bola,
que vean las jaulas y digan –ah… mira que bonitas. Y aunque cuesten más caras
sean las que más se venden. Así también digan –que ocurrencia de este, mire
nomás, ah… que puntada se le alcanzó. Son versitos de fantasía, así como las
jaulas…”
Alberto Rodríguez, Kalimán
Guanajuato, Gto 1970.
Lo vi
por primera vez, cerca de la Presidencia Municipal de Guanajuato, gritando:
“¡Corran, corran, que vienen los trajeados!”, expresión inteligente dirigida
contra los alienadores “sistema”. Kalimán sabe su lugar en el mundo: “No paro
de vagar”, dice, y se me asemeja a El Loco del juego adivinatorio del Tarot,
con un palo de escoba como cayado, delgado como un asceta chamánico y con su
sabiduría-locura encima, porque después de pertenecer a los Hare Krishna
alcanzó un tipo de iluminación que se resume con estas palabras: “Lo mío no es
una maravilla, es un milagro.”
Kalimán
escribe, y escribe mucho, sobre los papeles y anuncios que arranca de las
paredes y donde sea, pronunciando las sílabas como si fueran una especie de
mantra, con significados y grafías casi extraterrestres, escritos
inclasificables con una estética visual que, como objetos imposibles de copiar,
se convierten automáticamente en verdaderas obras de arte: la obra de un loco,
la obra de un genio.
Pero si
la producción artística de Kalimán ya tiene un valor intrínseco, el personaje
que las produce, asimismo, es tema, ejemplo e inspiración para otros artistas y
estudiantes de artes, porque Kalimán, el loco, es único, no admite imitaciones.
Kalimán,
como Franz Kafka, firma sus papeles con una K, quizá porque se sabe inmerso en
el laberinto sin salida de su locura, frente a esa “normalidad” que es una
amenaza para el presente y el futuro, de alguien que no peca de ignorancia ante
las mentiras de los hombres.
Manuel Sumano
Oaxaca, Oaxaca,
1939
Para obtener su
sustento, Manuel Sumano recorre las calles de Oaxaca recolectando materiales
reciclables que pueda vender en el mercado. Una carretilla y un huacal de
madera le sirven en su tarea.
Años atrás
trabajó en un taller de laminado y pintura de automóviles que le proporcionó la
experiencia necesaria para manejar los pigmentos con base de aceite.
Seguramente en aquella lejana experiencia laboral le tocó estampar lemas,
dedicatorias y advocaciones en no pocos camiones de carga y de transporte público
de pasajeros, así como en taxis y otros vehículos utilitarios.
Esta variante
móvil de los exvotos populares fue adaptada por Manuel Sumano en su práctica
actual. Los tablones de las cajas de madera son utilizados como base para
rotular con caracteres multicolores plegarias a la Virgen de Juquila o a San
Judas Tadeo, así como para recitar dichos populares o a advertir a quien se
cruce con tan vistoso artefacto sobre los peligros de fumar. De este modo, Don
Manuel invoca la protección divina, esparce los conocimientos adquiridos a lo
largo de su vida y enfrenta las no pocas adversidades de una existencia
precaria con el mejor de los ánimos.
Miguel Ángel
Estévez Nieves
Ciudad de
México 1986
Los dibujos de
Miguel Ángel Estévez Nieves aquí reunidos fueron realizados cuando él era aún un
adolescente. Buena parte de ellos expresan las tribulaciones de un joven que
vive el trance de pasar de la infancia a la edad adulta. En la mayoría de estas
pequeñas obras, el autor aparece como el personaje central de las elocuentes
historias ahí registradas. Miguel Ángel
se ve a sí mismo como un joven regordete de lentes e incipiente bigote en
situaciones de aislamiento, ya sea en solitarios escenarios sombríos o en medio
de multitudes que lo ignoran.
No obstante que
el tratamiento formal de estas obras es caricaturesco –lo que les imprime
cierto sabor de ligereza y humor– las imágenes emanan un auténtico halo de
tristeza y desaliento, un lamento profundo por sentirse excluido de un mundo en
donde otros disfrutan de los placeres que ofrece.
Paralelamente a
estos melancólicos autoretratos, Estévez Nieves se aventura a graficar, aquí si
de manera abiertamente jocosa, ligeras reflexiones existenciales, populares
juegos de palabras o situaciones que son propias de la vida infantil.
Aunque cursó la
licenciatura de Artes Visuales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP)
Estévez Nieves llegó a esta institución sabiendo ya lo necesario para hacer de
la suya una obra original y valiosa.
Estévez Nieves
tiene una capacidad innata para identificar
sus emociones y plasmarlas en sencillas fábulas visuales. La Academia sólo le
aportó, además de algunas herramientas técnicas, el reconocimiento a través de
la historia del arte de que un destino como el suyo puede ser también un camino
para hacer arte.
Marithé de Alvarado
(María Esther Chaparro Ruiz)
Ciudad de México, 1920
Su larga carrera comenzó a los 16 años, cuando se sintió atraída por las
posibilidades del azúcar al observar a una tía religiosa que hacía ensayos de
repostería y decoración de pasteles. De inmediato se puso a perfeccionar y
sistematizar las técnicas de pastillaje, glass,
fondant y otras más que le han permitido
–sin tener estudios de arquitectura, ingeniería, dibujo o diseño– crear una
extensa variedad de figuras, estructuras arquitectónicas, alegorías y temas
diversos en dimensiones que van desde la miniatura hasta formatos que, con más
de dos metros de altura, se pueden considerar como monumentales en esta
delicada práctica.
Después de su primer viaje a Europa, en 1949, amplió su repertorio
iconográfico con temas del arte universal. Desde entonces su amplio catálogo de
obras no ha dejado de crecer, al grado de que, con más de dos mil modelos, se
puede considerar el más extenso a nivel mundial.
Con su matrimonio en 1954 con Alonso de Alvarado, la carrera de Marithé
inició una intensa etapa de profesionalización. Su esposo la animó a ampliar
los alcances de su notable destreza al terreno de la enseñanza y de la
divulgación mediante la impartición de cursos, la colaboración con revistas
especializadas, la fundación del Instituto del Arte Mexicano del Azúcar y, muy
especialmente, la redacción de libros didácticos. Este impulso se mantuvo más
allá de la muerte de Don Alonso.
Con más de noventa años de edad –76 de ellos dedicados a la repostería–
Marithé a acumulado miles de alumnos en el mundo entero, cien giras por el
extranjero, las más altas distinciones en su campo, varias exposiciones y,
motivo de especial satisfacción, la publicación de los siguientes títulos: Arte Mexicano del Azúcar (libro
enciclopédico que requirió nueve años de trabajo), Pasteles Sorpresa I, II y III,
Pasteles Románticos y Arte en Pastelería Mexicana, todos ellos
referencias obligadas para cualquier persona interesada en el tema.
El archivo fotográfico de Marithé de Alvarado (que da cuenta de sus
obras y de sus andanzas por el mundo difundiendo su oficio) constituye un documento
que trasciende el campo de su especialidad. En efecto, además de ser el
registro de un talento excepcional, es el testimonio de cómo una actividad
caracterizada por su fragilidad efímera ha aportado también elementos a la
cultura de este país.
Andrés
Arroyo Cassio
Ciudad
de México, 1952.
Nací
el 30 de noviembre de 1952 en México D.F. Hijo de padres de extracción
campesina de los estados de México e Hidalgo, el más pequeño de 12 hermanos,
todos dedicados al comercio a excepción del mayor de oficio obrero (hornero en
la Tolteca).
Dejé
de vivir con mi familia a la edad de 8 años viviendo en terrenos baldíos unas
veces y otras recluido en internados subsidiados por el gobierno con los
impuestos del pueblo: Albergues, Casa-Hogar, Tribunal y Correccional; donde me
inicié en diferentes oficios como la juguetería en madera, carpintería,
zapatería y lavandería.
De
los ocho a los quince años viví de limosna, bolear zapatos, cantar en camiones
y el pequeño comercio. Viviendo en los reclusorios me ligué con todo tipo de
gente que se valían de las más diversas mañas y formas para salvar su situación
económica: el atraco, el robo, la prostitución y el vicio así como la miseria,
la soledad y el hambre fueron parte de mi vida. En esta etapa el aislamiento de
la vida familiar me hizo un ser hueco sin oficio ni beneficio.
A
los 18 años fui recluido en la penitenciaría del Distrito junto con otros dos y
una mujer acusados de asalto a mano armada, daños y portación de armas. Un año
después solo por daños en propiedad ajena y asociación delictuosa, fuimos
sentenciados a dos años, nueve meses. Tuvimos derecho a una fianza de
$100,000.00 pesos pagando solo el 10%.
Durante
este año trabajé de panadero en el penal con un sueldo de doce pesos cincuenta
centavos lo cual se dividía en tres partes: una para caja de ahorros, otra para
pago de asesoría y solo recibía $3.50 a la semana.
En
este tiempo me nació el interés por las artesanías, dado que no tenía auxilio
ni las visitas de mi familia, y lo que ganaba no me alcanzaba. La elaboración
de artesanías me ayudaba a salvar las necesidades económicas que se imponían en
el interior del penal. La talla y el relieve que servían de adorno en los
barcos vikingos que vendía fueron el inicio y el descubrimiento de una
habilidad desconocida en mí.
El
apoyo de un compañero me motivó a imprimir mayor tiempo a la talla en madera,
entonces empecé a elaborar réplicas de máscaras que tienen que ver con el arte
y la cultura de los africanos. La ayuda económica de este compañero me permitió
el pago de la fianza para lograr mi libertad en septiembre de 1971, salgo
libre. La talla de máscaras me permite vivir los primeros 4 años de libertad
pero como no había el suficiente mercado, también hubo amistades que me
ayudaran y que me siguen ayudando en momentos difíciles; dejé la talla en 1976
para entrar como auxiliar de topografía en el Departamento del D.F. donde a los
ocho meses fui obligado a renunciar por protestar con más de 5 compañeros de
algunas arbitrariedades contra los trabajadores. Esto hizo que volviera a la
talla. Tres años después conseguí con trabajo como inspector de bombas de agua
en el Departamento de Aguas y Saneamiento de Xalostoc, Edo. de México, donde
debido a la falta de seguridad en menos de tres meses mueren dos compañeros
electrocutados y otro prensado en el motor que impulsa el abastecimiento de
agua. Regresé a la talla abandonando el trabajo.
En
1979 entré a trabajar a una herrería donde me inicio en la soldadura; al poco
tiempo logré entrar como ayudante a Traimobile
de México donde a los seis meses me dan la categoría de Soldador “B” y el
nombramiento por mis compañeros de delegado departamental. En 1982 ya como
delegado de Relaciones Exteriores enfrentamos una huelga de 7 meses. En este
conflicto me daba espacios para tallar madera, sólo que a estas tallas ya les
imprimía sucesos o experiencias que veía en la demás gente y en mí mismo, a
partir de esto los compañeros cercanos me motivaron a realizar tallas con un
estilo propio de la vida cotidiana de los trabajadores, temas que muchas veces
son ocultados o censurados pero que ahora me interesa hacer para conocer la
opinión y la crítica del público ya que son dos bases importantes para ir
mejorando en mi trabajo.
Carlos Ashida
(Ciudad de México 1955)
Curador y Arquitecto
Fue profesor titular de la cátedra de teoría Superior de
Arquitectura y Diseño arquitectónico de la Universidad ITESO, Director del
Departamento de Artes Plásticas de Bellas Artes Jalisco, Consejero de la Feria
Expo Arte, Guadalajara, Director de Museo de las Artes de la Universidad de
Guadalajara, Director del Museo de Arte Carrillo Gil, Comisario de la
participación de México en la feria ARCO 2005, Madrid y Director del Museo de
Arte Contemporáneo de Oaxaca.
Carlos Ashida reactivó el Taller de Gobelinos que fundará Fritz
Riedl a finales de los años 60, convirtiéndolo en un Centro Internacional de
producción artística, logrando la participación en este proyecto de artistas
como Jorge Pardo, Andrea Zittel, Diana Thater, Fabrice Hybert, Eduardo Abaróa,
Karen Kilimnick, Lisa Yuskabage, Francesco Clemente, Terry Winters, Ray Smith,
George Condo, entre otros, es también fundador de la galería Arena México arte
contemporáneo.
Por su trabajo ha
recibido los siguientes premios y reconocimientos: premio UNESCO,
concurso escuelas de arquitectura, Unión Internacional de Arquitectos (UIA), recibió en dos ocasiones
la beca del Fideicomiso para la Cultura México / EUA Bancomer – Rockefeller
para los proyectos; Travesías y América foto latina.
Esta exposición se realiza gracias a la colaboración de las siguientes
Instituciones:
CONACULTA
INBA
Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca MACO
Instituto Cultural Cabañas de Guadalajara Jalisco
Instituto Cultural Cabañas de Guadalajara Jalisco
Instituto Cultural de León
Coordinación de Artes Visuales CAVI
Arena México arte contemporáneo
Instituto del Arte Mexicano del Azúcar
Colección Objetos en custodia
Y de los siguientes coleccionistas
Rubén Jasso
Antonio Ehrenzweig Ortega
Joaquín Chi
Irazú Páramo
Dulce María de Alvarado
y Pablo Paniagua.
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